¿Pero qué podíamos esperar?, es demasiado pretender que un país cuyas instituciones se encuentran totalmente controladas por el Estado, cuya economía se caracteriza por un intervencionismo gigantesco por parte de los entes gubernamentales y cuya sociedad carece de libertad de acción; pueda de alguna manera controlar sus indices de corrupción. La cosa pública es de todos y a la vez es de nadie, su único dueño es el manda más de turno y al no estar involucrado, sino temporalmente con esta, no encuentra razones para prestar mayor atención a su cuidado y hacerla productiva.
Para combatir la corrupción debemos empezar con desmontar el monstruoso aparato burocrático del estado y transferir todas las actividades que le son agenas a manos del privado. Ya lo decia Ludwig Von Mises en su libro El Socialismo de 1922(crítica al sistema socialista desde el punto de vista económico y sociológico), en el cual explicaba que la única manera que una economía puede funcionar sanamente y libre al máximo de corrupción, es solo cuando los individuos que en ella se desenvuelven estan involucrados tanto en las ganancias como en las pérdidas de las actividades que desarrollan y que esto solo se consigue a través del sistema capitalista, evitando así la ineficiencia típica de la administración pública.
Muy distinta a las declaraciones del Sr. Alejandro Salas, de Transparencia Internacional, quien opina que se deben dirigir solo políticas de fortalecimiento a las instituciones encargadas de combatir la corrupción; es el camino que en se debe seguir pues este deberá incluir además, la reducción del aparato gubernamental y la eliminación de la intervención del estado en actividades que no son propias de su naturaleza, como lo son la produción de bienes de consumo y la prestación de servicios diversos. Una vez que acabemos con el queso ya no habrá más ratones en la casa.
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