jueves, julio 13, 2006

LA SALIDA = LIBERALISMO CLÁSICO + AUTONOMÍAS REGIONAlES

Alberto Mansueti
Junio 2006



“La Salida” (1):

LATINOAMÉRICA
BUSCA LA SALIDA



Alberto Mansueti
Junio 2006


¿Qué tienen en común las elecciones presidenciales de 2006 en Perú, México, Venezuela y otros países de la región? La misma escena política: de un lado los líderes antisistema -Chávez, Ollanta, AMLO-; de otro lado la incapacidad de los candidatos del sistema político tradicional para ofrecer al electorado respuestas distintas a las meras críticas a sus adversarios, y alarmistas denuncias sobre sus conexiones (reales o supuestas) con Castro y la subversión internacional globalizada.

¿Y la gente? ¿Cómo reacciona ante unos y otros? Primero se polariza y reparte en dos bandos. Pero después, como en Venezuela, el desengaño con el neocomunismo genera un gran sector mayoritario, no identificado con unos ni con otros. Mucha gente se resiste a creerle a la Vieja Oposición, que en el pasado estuvo en el poder 40 años y no lo hizo nada bien.

Por eso los candidatos del sistema pueden vencer -como en el Perú-, mas no convencer. Y en sus promesas vagas, y en sus más vagas fórmulas propuestas para efectivizarlas, terminan bastante parecidos a las figuras antisistema.

Los candidatos antisistema. Lucen algo más creativos y coloridos. Con las banderas de la Nueva Izquierda: ecologismo, feminismo, indigenismo, Teología de la Liberación y nacionalismo antiimperialista, urbano o campesino, unas veces sindicalista, otras militarista. No apelan a la razón y al juicio, sino a las emociones y sentimientos de las masas que esperan una mesiánica reivindicación, al parecer siempre traicionada y postergada. Los caudillos antisistema se autopresentan como la nueva opción: anticorrupción y antipartidos; y en realidad representan un populismo renovado, con bastante Posmodernismo y mucho New Age.

De este modo los candidatos antisistema canalizan las tremendas esperanzas y deseos de cambio anidadas en millones de pobres y clases medias latinoamericanas, de capitales y de provincias, citadinas y rurales, mujeres y hombres, desocupados o subocupados en diversos quehaceres, jóvenes y no tan jóvenes. ¿Qué buscan? La salida.

La salida a la crisis permanente. A la depresión económica continua, al desempleo, la criminalidad y la desintegración familiar. A la ignorancia, la pobreza y la miseria. A la insuficiencia crónica de los viejos servicios estatales de educación, medicina y “seguridad” social que se suponía debían remediar estos males, y de los nuevos “programas sociales” adoptados el mismo fin, e idéntico resultado negativo. A los terribles efectos del fracaso del mal llamado “neo” liberalismo de los ’90, superpuestos a las no menos terribles consecuencias del fracaso de las mezclas de mercantilismo y socialismo de los ’70 y ’80 (a su vez reediciones del antes varias veces fracasado populismo latinoamericano tradicional).

Los candidatos del sistema. Los abanderados del sistema mercantilista-socialista no tienen respuesta efectiva. No tienen la salida. La Vieja Izquierda dice que se ha renovado y que ha aprendido, que su socialismo es ahora “moderno” y democrático; y lo que promete es más “neo” liberalismo. Y la Vieja Derecha dice que ahora tiene “conciencia social”; y promete el mercantilismo tradicional de siempre, ahora con los consabidos “programas sociales”, muy poco efectivos excepto como fuentes de corrupción. En síntesis: más de lo mismo.

El problema de fondo. La pobreza del discurso del sistema es imposible de disimular o encubrir. Pone de relieve cuál es la verdadera crisis en América latina: la dramática ausencia de alternativas políticas inspiradas en el liberalismo clásico.

El problema no es Chávez. No es Evo ni Ollanta. Ni siquiera Castro. El problema de fondo es que la satanización del capitalismo liberal ha impedido en América latina el surgimiento de partidos 100 % antiestatistas y libres de socialismo comunista. Es el mismo problema de Europa Oriental, y de casi todo el mundo: no hay fuerzas económicas, sociales y políticas identificadas con el libre mercado y el sistema de Gobierno limitado.

Hay que cambiar el sistema. Tenemos suficiente experiencia de mercantilismo, con sus oportunidades de riqueza sólo para los privilegiados económicos. Y de socialismo -comunista o democrático-, con su pobreza para todos excepto los privilegiados políticos. Y del sistema mixto de privilegios económicos y políticos en medio de la pobreza, la incuria y la ignorancia.

Pero no hay experiencia de capitalismo realmente liberal: oportunidades de riqueza para todos, mediante propiedad privada y mercados abiertos, verdaderamente libres de monopolios estatales o privados. Porque no hay experiencia de privatizaciones populares, ni desreglamentaciones, ni de seguridad, justicia y obras públicas garantizadas por un Estado limitado a esas funciones. Y esa es precisamente la salida.

“La Salida”. Fue concebida a comienzos del nuevo siglo en el Instituto de Libre Empresa (ILE) del Perú -aprovechando estudios anteriores del Centro de Economía de la Oferta (CEO) de Maracaibo, y de la Fundación Libertas de Caracas, Venezuela- por el grupo liberal reunido después en la Conferencia Liberal Hispanoamericana, como un concepto, una nueva referencia en el mapa ideológico-político del subcontinente. Lo llamamos “La Salida” por ponerle un nombre, ante la deformación y degradación de los términos “liberalismo” y “liberal” en todo el planeta. Si se quiere es una doctrina y una enseñanza, un programa ideológico; pero encarna en un Programa de Gobierno, que los de Rumbo Propio de Venezuela definimos “liberal en lo económico, conservador en lo político, y cristiano en sus principios”. Un programa que a la vez sirve como Plan de Transición al pos-socialismo, ¿por qué no? Y como Estrategia. Después de todo es antisistema: es la verdadera salida a la crisis del sistema. Exactamente lo opuesto al sistema.

-- ¿Cómo es el sistema? Gobiernos ilimitados -libres-; mercados maniatados; e instituciones privadas amarradas al Estado, y por consiguiente dependientes del poder y la política. Tales son las causas y no otras de la continua depresión económica, del desempleo, de la criminalidad y la desintegración familiar, de la ignorancia, la pobreza y la miseria.

-- ¿Cómo es La Salida? Lo contrario: Gobiernos limitados, mercados libres, e instituciones privadas separadas del Estado, y por consiguiente independientes del poder y la política. Esas y no otras son las llaves de la prosperidad y la abundancia.

-- ¿Cómo alcanzamos La Salida? Con privatizaciones populares, y desreglamentaciones. Y con seguridad, justicia y obras públicas garantizadas por un Estado limitado en esas sus propias y naturales funciones, limitado en los poderes y facultades para cumplirlas, y limitado en los recursos requeridos para concretarlas. Y con cupones para la educación, atención médica y planes previsionales de los más pobres.

-- ¿Y cuál es el método? Demostrar, enseñar, convencer. Para conseguir así simpatizantes y adherentes, miembros activos, y contribuyentes voluntarios. No hay otro.

Esa es la salida.

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“La Salida” (2):

AUTONOMÍA REGIONAL,
CAPITALISMO LIBERAL




Alberto Mansueti
Junio 2006


Para encontrar las mejores soluciones, las personas necesitamos respuestas claras y ciertas. De otro modo no hay salida. Así es en todos los órdenes de la vida personal y social; y en la política también.

¿Respuestas claras o ciertas? Lamentablemente, en la política de Latinoamérica cuando las respuestas son claras, no son ciertas; y cuando son ciertas, no son claras. Al menos hasta ahora ha sido así.

-- Respuestas claras pero no ciertas dan los personeros del sistema, representantes del mercantilismo, el paleosocialismo, el neosocialismo (mal llamado “neo” liberalismo muchas veces) y del antisistema: la Nueva Izquierda. Sus premisas y conclusiones son falsas, pero claras y contundentes. Suenan “prácticas” -a veces hasta obvias-, y atractivas. Hasta que se ponen por obra. Porque el papel aguanta todo.

-- Respuestas ciertas pero no claras han dado hasta el momento muchos portavoces del liberalismo, incluso clásico. Infinidad de críticas al statu quo y a las consignas y propuestas antisistema, todas muy sabias, agudas, intelectualmente concluyentes, aplastantes. Pero casi siempre en un lenguaje “técnico” poco claro, que no llega a la mayoría.

Y lo que es peor aún: ¿qué han sugerido en su lugar? ¿qué han propuesto, aparte de criticar? Salvo contadas y notables excepciones -y descontando los fiascos “neo” liberales-, no nos han formulado políticas inmediatamente aplicables, ni medidas concretas a tomar ya mismo si se quiere, con ofertas de resultados tangibles a corto plazo, todo expresado en lenguaje llano y simple. No nos han mostrado claramente la salida. Pero hay salida.

La salida.
-- La salida al estatismo colectivista es el capitalismo liberal.
-- La salida al centralismo es el autonomismo liberal.
-- La salida al pensamiento marxista predominante es el liberalismo clásico.
-- La salida a la Teología de la Liberación es la Teonomía.
-- La salida a la confusión de las emociones y sentimientos es la razón. Veamos.

La salida al estatismo colectivista es el capitalismo liberal. No nos dijeron que el estatismo -el intervencionismo gubernamental en la economía y en la sociedad- es la conclusión política de una premisa filosófica falsa: el colectivismo. El colectivismo subordina el individuo a un ser colectivo, cualquiera: tribu, nación, raza o etnia, pueblo, clase proletaria, Humanidad (o en el ecologismo radical, todos los vivientes creados, incluso animales y plantas).

En el estatismo es en nombre y representación de un Ente o ser colectivo que el Estado ilimitado ejerce poder ilimitado y total (totalitario) sobre el individuo. Por eso hasta la democracia puede ser colectivista si predica la sujeción a la mayoría; es entonces una democracia ilimitada, totalitaria, de individuos carentes de derechos contra la voluntad de la mayoría, y con un Estado multipropósito y omniabarcante.

Al colectivismo se opone el individualismo -que confunden con egoísmo-, piedra angular de toda concepción realista del hombre: los seres individuales existimos per se, y los colectivos nada más por agregación o suma. No hay voluntad colectiva, ni inteligencia, alma o espíritu colectivo o “nacional”.

Orden natural, parasitismo y esclavitud. Ayn Rand explicó que si se aceptan premisas colectivistas no hay defensa eficaz del capitalismo liberal. Para ser exitosos, sus abogados deben ser coherentes, desde las premisas. Han de defender ese sistema por ser el único que funciona, ajustado al orden natural de la sociedad, con la propensión del individuo humano mayor de edad a ejercer actividades económicas productivas en libertad; no bajo tutela gubernamental. Han de explicar que los otros sistemas, antiliberales, colectivistas y totalitarios, se edifican por encima de un capitalismo natural, eficiente y productivo, salvajemente parasitado. Los parásitos viven de los productores, no los matan; sobre todo si los esclavos se resignan a su condición, limitandose a negociar sus términos en lugar de resistirla.

Hoy todos los sistemas son “mixtos” porque a la sociedad natural de gentes productivas, se le superpone otra, la contranatural, que vive a sus expensas. Y el capitalismo es tan eficiente que produce para sí mismo y para sus explotadores: así como el sector estatal vive del privado, el hipertrofiado segmento político vive del económico, y la capital de las provincias.

La capital y el interior. En Latinoamérica el capitalismo natural sobrevive mejor en las regiones que en las capitales -salvo el buhonerismo- y en algunas más que en otras. La capital de cada República es la sede física del estatismo -antifederal y centralista por esencia-, y por consiguiente de los privilegios y las dádivas. Es difícil generalizar, pero muchos migrantes a la capital se hacen más dependientes del estatismo, de sus ofertas y promesas, y más proclives a aceptar sus valores; o así ocurre al menos con sus hijos y nietos nacidos en la capital. Por el contrario, quienes quedan en provincias con suficiente actividad económica y riqueza privada, suelen estar más familiarizados con la ética propia del trabajo productivo y el ahorro, de la capitalización, de la competencia abierta en calidad y precios -sin privilegios-, de la libre contratación, y del pago en función de resultados. Aunque no es así en provincias más atrasadas y de economía privada muy escasa y marginal.

Ludwig von Mises explicó que el colectivismo hace a un país incompetente, incapacitado para el comercio exterior y aspirante a la autosuficiencia mediante el “proteccionismo”. Que siempre fracasa, sólo que en geografías pequeñas el fracaso es inmediato y muy visible. Si la nación es en cambio de enorme territorio, se condena a un bajo nivel de vida promedio: la autarquía es mal negocio para los eficientes, pero bueno para los parásitos. Pero si el país es pequeño, se condena de inmediato a la muerte: la autarquía es quimera inalcanzable, debe acudir de inmediato al comercio exterior, y los parásitos no sobreviven. Por eso los socialistas siempre buscan “integraciones” en grandes espacios “geopolíticos” -nacionales o supranacionales-, dentro de los cuales las personas, empresas y regiones más productivas puedan ser explotadas por las menos productivas, y esa explotación pueda ser disimulada.

La salida al centralismo es el autonomismo liberal. ¿Hay salida para las regiones más eficientes, expoliadas mediante el estatismo por el orden colectivista impuesto desde la capital? Sí: el capitalismo liberal por la vía de autonomía política. Estatutos autonómicos que le permitan a la región practicar la economía libre en una sociedad libre, sin separarse del resto del país, pero integrada a la globalidad. “Un país, dos sistemas” tipo China, y con Estatutos tipo españoles en su forma, aunque no en su contenido (socialista).

Autonomismo no es separatismo. No es el “nacionalismo” separatista, típico de las filosofías colectivistas de izquierda o derecha, fuertemente emocionales y con frecuencia violentas, cuyo desideratum es reproducir a escala regional el estatismo nacional.

Esa no es la salida.

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“La Salida” (3):

PARA HALLAR LA SALIDA,
PENSAR DE OTRO MODO




Alberto Mansueti
Junio 2006


Cambiar la mentalidad. Salir del pensamiento marxista y socialista que predomina en los conceptos, explicaciones, diagnósticos y análisis, y en las propuestas.

“La Salida” comienza por una vigorosa campaña de alfabetización política en toda Latinoamérica. Con los argumentos económicos, sociológicos, y científico-políticos; pero también con la Santa Escritura, Palabra de Dios para quienes reconocemos su autoridad como tal. Bien interpretada y estudiada, la Biblia no se contradice con el genuino conocimiento filosófico y la ciencia verdadera. Por eso mismo, condición indispensable de la necesaria alfabetización es el llamado a despertar las habilidades cognitivas dormidas, y al empleo de la razón para pensar más detenidamente lo relativo a política y la economía.

La salida al pensamiento marxista predominante es el liberalismo clásico. El socialismo siempre en toda época y lugar termina en pobreza y opresión; de inmediato si es comunista, o al tiempo si es democrático. No hay ejemplo de socialismo exitoso.

La fórmula del liberalismo clásico -Gobiernos limitados, mercados libres e instituciones privadas independientes- fue la que siguieron con éxito Holanda, Suiza, Inglaterra, EEUU y los países del llamado Primer Mundo, hasta las primeras décadas del s. XX. Pero después el grueso de la opinión pública fue confundida y desorientada. Y esos países se desviaron de aquella senda, y se hundieron en el socialismo democrático. Para salvarles de la debacle -inflación, desempleo, depresión económica, pobreza, corrupción- cada cierto tiempo sus sectores conservadores les empujan en la dirección opuesta. Pero jamás alcanzan a llegar otra vez al libre mercado.

Se oye entonces preguntar, ¿por qué se desviaron entonces esos países del liberalismo clásico? ¿Y por qué todas las economías actuales son “mixtas”? ¿Por qué ninguna llega al extremo socialista pero tampoco al “otro extremo” …? Hay que explicar que al socialismo puro no llegan por sano instinto de conservación de la vida; pero al libre mercado no llegan por dos razones muy diferentes: por una parte ignorancia; por otra los intereses especiales, interesados en mantener sus privilegios económicos y políticos.

Desconocimiento. La clase media confunde p. ej. “monopolio” con gran empresa. Y cree en la teoría marxista de la explotación, y en la teoría leninista del imperialismo. Y en la mitología socialista sobre el trabajo de niños y mujeres en la primera Revolución Industrial. Y en la leyenda de que la crisis del 29 fue producto del libre mercado. Y en que “el Estado debe intervenir”. Sin pensar mucho, sin investigar ni documentarse, al libre mercado le atribuye todos sus males y padecimientos, pese a ser causados no por su presencia sino por su ausencia: por el estatismo, que a las naciones ricas les impide aumentar su riqueza y reducir los bolsones de pobreza, y a las del Tercer Mundo nos bloquea la salida. Y las confusiones y firmes creencias erróneas de la clase media se filtran hacia abajo, a la hora de formarse las opiniones políticas, manifestarse los apoyos, y decidirse los votos.

Intereses especiales. Así ganan los intereses creados. En la capital, los sectores económicos y políticos, mercantilistas y socialistas, estatistas tradicionales y emergentes, terminan negociando siempre sus privilegios, que coexisten a expensas de los más sacrificados, los de abajo, los que tienen más que perder, pero lo ignoran. Y los de la periferia interiorana.

¿Por qué sobrevive el socialismo comunista? El colapso de la URSS y la caída del Muro en 1989 desacreditaron al marxismo. Los socialistas de todo el orbe buscaron un recambio ideológico, para seguir embistiendo contra el libre mercado. Y encontraron varios: ecologismo, feminismo, indigenismo y nacionalismo; pero sobre todo reencontraron la interpretación socialista del cristianismo, que desde Francisco de Asís hasta León Tolstoi siempre le ha prestado al socialismo sus mejores servicios. Y que en América latina tiene en la Teología de la Liberación un exponente siempre dispuesto.

Por este recambio, 1989 no implicó el fin inmediato del socialismo. Rusia y los países de Europa Oriental no emprendieron el camino del capitalismo liberal clásico sino el del “neo” liberalismo recomendado por el FMI y el Banco Mundial. Y los de Latinoamérica, igual.

A diferencia de la clase media profesional, los pobres no han pasado por Universidades marxistas, ni se interesan mucho por la “explotación capitalista”, los monopolios, la crisis del 29 u otros asuntos de Economía Política, marxista o no. Pero los pobres -y no sólo ellos- son particularmente atraídos por pasajes evangélicos. Sobre todo los que parecen dirigidos contra los ricos, como p. ej. el del camello y la aguja, y un Reino de los Cielos aparentemente sólo para los pobres. Cada Domingo al menos, quienes acuden a los templos escuchan alguna diatriba contra los ricos, asumiendo que Dios prefiere a los pobres, y que si Su ayuda no llega, debe y puede esperarse la del Estado, para “redistribuir” la riqueza.

La salida a la Teología de la Liberación es la Teonomía. La alfabetización política incluye una considerable porción de Teonomía. Palabra algo desprestigiada en EEUU, aunque de vieja tradición en el pensamiento cristiano al menos desde Tomás de Aquino y Juan Calvino, hasta Juan Pablo II (Encíclica Veritatis Splendor). Hoy en día, círculos teológicos adscritos a diversas denominaciones rescatan el concepto de “Teonomía”: quiere decir normas de Dios, en la Escritura, correctamente interpretada. No sólo para la conducta personal y la vida familiar, sino también para los negocios, la economía, las Iglesias, los Gobiernos. La Biblia enseña los principios cristianos que en Occidente han contenido a los Gobiernos. Perfectamente aplicables al día de hoy. Esas normas no aconsejan el socialismo sino todo lo contrario; pero hay que estudiarlas, entenderlas, y explicarlas. Y no son irracionales.

La salida a la confusión de las emociones y sentimientos es la razón. La vida está hecha de problemas: en el trajín diario de cada persona, en su oficio, profesión o quehacer productivo, y en el matrimonio y la familia. Y en la política también por supuesto. Pero también hay soluciones. Y para salir de los problemas, la gente necesita hallar las diferentes soluciones posibles y elegir las mejores. De otro modo no hay salida. Sólo que para hallar las soluciones y escoger, es necesario pensar. Apoyarse en la evidencia, en las pruebas empíricas y documentales; y en última instancia, en la razón, que juzga y decide sobre la validez de las observaciones, evidencias, argumentos y pruebas.

El desuso de la razón. Desafortunadamente la gente usa cada vez menos la razón para conducir sus asuntos y resolver sus problemas y conflictos. Tienden a prevalecer entonces las emociones y sentimientos, muchas veces entre las mujeres, o peor aún la violencia, muchas veces entre los hombres. Pero ninguno es buen sustituto de la razón, porque ninguno es tan eficaz o tan justo. Sin embargo la razón está muy desprestigiada por el Posmodernismo y la New Age. ¿Cómo extrañarse entonces de que en los más diversos órdenes de la vida tiendan a prevalecer las emociones y sentimientos, y en última instancia la fuerza bruta?

Hoy en día la gente tiende a usar la razón nada más en el ejercicio diario de su actividad profesional u oficio. Y poco para administrar su dinero, y para conducir sus asuntos familiares; y menos aún para formarse sus opiniones políticas y votar. Porque la razón ha sido prácticamente expulsada de la arena política, hace tiempo. Y estamos pagando las consecuencias.

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“La Salida” (4):

LO QUE PUEDES TENER
Y CÓMO TENERLO


Alberto Mansueti
Junio 2006


Como en los años ’70, América latina enfrenta una marea roja: el comunismo a las puertas. Como entonces, la opinión pública debate sobre sistemas político-económicos; y otra vez, de un modo muy desinformado.

Aquí nunca hubo capitalismo liberal. Hay que comenzar contando la historia. Por ej. en Venezuela, la Constitución de 1961 estableció algunas “garantías” para ciertas libertades económicas. Pero fueron de inmediato suspendidas indefinidamente. Por eso una larga serie de leyes antiliberales nos fue trayendo el colectivismo estatista, progresivamente: a cada fracaso de la izquierda, una izquierda más radical tomaba el relevo e imponía medidas más inclementes. Con la opinión pública fuertemente prejuiciada contra el libre mercado, sin partidos que asumiesen su defensa decidida, y con las “garantías” suspendidas, no hubo contención. De las desastrosas consecuencias, las izquierdas culpan al capitalismo.

“Neo” liberalismo. En los ’90, las reformas “neo” liberales fracasaron casi de inmediato: era una falsa salida, producto de la desorientación, y que mucho contribuyó a agravarla.

Asimetría engañosa. Por error se piensa en libre mercado y socialismo como opciones más o menos simétricas, sistemas igualmente escogibles, ambos con ventajas e inconvenientes para algunos y otros, entre las cuales cabe decidir. Y en “terceras vías”, que supuestamente reúnen “lo mejor de ambos” y evitan lo peor. Falso; un sistema crea riqueza, el otro la destruye. Falso que uno sirva a los ricos y otro a los pobres; uno da oportunidades a todos, sin privilegios, y otro no. Falso que uno sea mejor para producir la riqueza y otro para redistribuirla; sólo uno la produce, y también la distribuye, y con justicia. Pero es cierto que el otro, el socialismo, tiene enormes ventajas: para los poderosos solamente, que recogen lo que no siembran.

“La salida” pasa por explicar todo esto detenidamente.

Las leyes malas y su deshabilitación. Un sistema encarna en un conjunto de leyes. Un Programa de Gobierno liberal es principalmente una extensa lista de leyes a derogar o suspender.

-- ¿Qué es libre mercado? El sistema de los antiguos Códigos Civiles y Comerciales. Antes, las personas y empresas podían más o menos libremente disponer de su propiedad privada, y coordinar sus esfuerzos y factores productivos, para trabajar, asociarse, contratar, ahorrar e invertir y hacer ganancias, pagando sueldos y salarios, intereses, comisiones y dividendos.

-- ¿Y qué es socialismo? El sistema de las posteriores reformas y leyes especiales -más Reglamentos que leyes en sentido clásico- que confiscan la propiedad privada o sus inherentes derechos, y que prohiben, obstaculizan o encarecen todas las anteriores actividades, sometidas a severas restricciones, limitaciones, permisos e impuestos.

-- ¿Cómo cambiamos el sistema? ¿Cómo es la Salida? Muy simple: desaplicando todas esas leyes y Reglamentos, devolviendo propiedades y liberalizando actividades.

Constitución o Estatuto. Para ello ciertos derechos naturales han de tener rango supralegal, en una Nueva Constitución o en un Estatuto autonómico regional, que revierta los efectos de las leyes y medidas contrarias, e impida que vuelvan a decretarse. Es el primer muro de contención contra el colectivismo estatista. Pero es totalmente inefectivo sin otros dos:

Una fuerte corriente de opinión, y una fuerza política, ambas en favor de estas reformas constitucionales, que las expliquen, impulsen, y consigan sanción y aprobación -puede ser mediante Plebiscito-, y que las defiendan en su integridad una vez sancionadas.

Lista de 12 Resultados. Nuestra oferta. Es lo que puedes tener: hablamos de beneficios concretos, resultados palpables y tangibles. Y a corto plazo.

1. Un nivel de vida muy superior para ti, para tu familia y para todos.
2. Más empleos, mejores y más productivos y rentables.
3. Mucho menos pobreza, con la verdadera solución y no con paliativos.
4. Mucho menos corrupción.
5. Seguridad, Ley y Justicia.
6. Obras Públicas.
7. Dividendos cada año de las empresas privatizadas.
8. Excelente educación y atención médica de primera en institutos privados, para todos.
9. Jubilaciones y pensiones dignas, para todos.
10. Mucho más tiempo libre.
11. Gremios en sus genuinas funciones.
12. Cupones para la educación, atención médica y previsional de los más pobres, que serán mucho menos, y mucho menos pobres.

Carta de 11 Derechos. ¿Cómo puedes tener estos beneficios para ti y tu familia? Simplemente consagrando ciertos derechos, no privilegios.
-- Puede ser en todo el país, mediante una Reforma Constitucional.
-- Pero si es muy difícil reunir una mayoría en todo el país, puede ser en tu Estado regional, mediante un Estatuto Autonómico que los establezca. Y que garantice a la Entidad federal su cuádruple autonomía Política, Legislativa, Administrativa y Fiscal.

Hablamos de un Estatuto Autonómico en cada Estado, capacitando y habilitando a nuestra gente con 11 Derechos. Los derechos a tener:

1. Un Gobierno fuerte pero limitado, para la Seguridad, la Justicia y las Obras Públicas.
2. Una economía de libre mercado fuerte y rica, pleno empleo y alta calidad de vida.
3. Un Estado neutral, sin opiniones en materias privadas salvo daños a otros.
4. Impuestos moderados.
5. Sin inmensa deuda pública.
6. Moneda dura de curso libre.
7. Privatizaciones populares en el petróleo y la economía, con acciones para todos.
8. Mercados libres, con leyes, no regulaciones.
9. Instituciones privadas no dependientes del Estado.
10. Privatizaciones populares en institutos estatales de Educación, Medicina y previsionales, para maestros y profesores, médicos y enfermeras, empleados y obreros.
11. Cupones para los más pobres.

Para un cambio grande, y en serio para mejor, inmediato y radical. Encuestas en profundidad muestran que amplias mayorías tienden a confiar en los líderes neocomunistas y antisistema. En eso se equivocan. De plano.

Pero los sondeos muestran los motivos: las personas quieren la salida. Un cambio en la política, y grande; que debe ser para mejor, en serio, pues ya aprendieron que hay cambios para mal. Sus resultados positivos no han de ser para el largo plazo ni la cura necesariamente dolorosa, como plantean los “neo” liberales. Y asimismo las personas intuyen que un cambio así tiene que ser radical. En nada de eso se equivocan. Tienen toda la razón.

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